The Summer of Our Discontent/El Verano de Nuestro Descontento
by Javier Sierra | Sierra Magazine | September 24, 2022 | Reading time: 3 minutes
The planet’s Northern Hemisphere has endured its hottest summer in recorded history. China went through the world’s worst drought in history, the US Southwest its worst in 1,200 years and Europe its worst one in 500 years.
Lake Mead, the largest reservoir in the US, has recorded its lowest level since it was built in 1937. The huge lake and the Colorado River, which feeds it, are the main source of water for millions of Southwest residents, including 20 million Latinos.
But those are just some of the symptoms of the accelerating pace of the climate crisis around the world, including of course, Latinos. My community in the US and Latin Americans in general disproportionately suffer the effects of this planetary emergency.
The CO2 in the atmosphere, mostly from fossil fuel emissions, has reached its highest level in 4.5 million years. Back then, the sea level was 50 feet higher than it is today.
We just have to open the window or check the news to ascertain that the climate crisis is already here. Hurricane Fiona has left at least one million Puerto Ricans without electricity, without water and almost without hope. Biblical floods have displaced 30 million Pakistanis. Thousands of Western Europeans have died in unprecedented heat waves. And so many other tragedies the climate crisis is causing are piling up around the planet.
According to a report by Deloitte's Center for Sustainable Progress, climate inaction could cost the world economy $138 trillion by the year 2070. A new landmark study by the Francis Crick Institute in London revealed that fossil fuel pollution plays a fundamental role in the origin of cancer, especially lung cancer.
Why does humanity keep poisoning itself and the planet? That is the question we must ask the fossil fuel industry, who insists on destroying the planet’s atmosphere in exchange for stratospheric profits.
But even when we ask them, they lie to us. A Congressional committee had access to several Big Oil corporations’ internal communications that uncovered the industry’s shallow pledges to fight the climate crisis. In one email, Shell leadership indicated that their promises to reach zero emissions “had nothing to do with our business plans.” “Big Oil executives are laughing at the people trying to protect our planet while they knowingly work to destroy it,” the commission stated.
In spite of all this, climate fighters keep scoring victory after victory. The Senate has just ratified the Kigali Amendment of the Montreal Protocol, to end the manufacturing and sale of hydrofluorocarbons, a group of climate super polluters. Their impact on the heating of the planet is so extreme, its elimination will avoid half a degree of warming, an enormity.
A University of Oxford study revealed that switching from dirty to clean energy will save the planet $12 trillions by 2050. Another one from Stanford University concluded that the transition to clean energy will pay for itself in only six years. More people work in the clean energy industry than in the dirty energy one.
The summer of our discontent needs to motivate us to ask our politicians the following question: Are you in favor of a fossil fuel industry committed to destroying the planet’s atmosphere in exchange for profits or are you in favor of assuring a prosperous and vibrant future for our children and grandchildren?
That is the question of the century.
(en español)
El Hemisferio Norte del planeta ha sufrido el peor verano de su historia. China sobrevivió la peor sequía desde que la humanidad tiene registros; el Suroeste de Estados Unidos, la peor en 1,200 años, y Europa Occidental, la peor en 500 años.
El Lago Mead, la mayor represa de Estados Unidos, se encuentra en su nivel más bajo desde que se construyó en 1937. El embalse y el río Colorado que lo alimenta son la principal fuente de agua de millones de residentes del Suroeste, incluyendo 20 millones de latinos.
Pero este es solo un síntoma del acelerado avance de la crisis climática en el mundo, y sobre todo del mundo latino. Nuestra comunidad en particular y América Latina en general sufren desproporcionadamente los efectos de esta emergencia planetaria.
El CO2, sobre todo procedente de las emisiones de combustibles fósiles a la atmósfera, ha llegado a su nivel más alto en 4,5 millones de años. Por entonces, el nivel del mar era 50 pies más alto que el de hoy en día.
No tenemos más que abrir la ventana para comprobar que la crisis climática ya está aquí. El Huracán Fiona ha dejado a millones de puertorriqueños sin luz, sin agua y casi sin esperanza. Inundaciones bíblicas han desplazado a 30 millones de pakistaníes. Miles de personas han muerto por las olas de calor en Europa Occidental, y tantas y tantas tragedias más que el clima extremo está causando en todo el planeta.
Según un reporte del Centro para Progreso Sustentable de Deloitte, la inacción climática podría costar a la economía mundial $138 billones (trillions en inglés) para el año 2070. Un nuevo estudio del Instituto Francis Crick de Londres, reveló que la contaminación fósil juega un papel fundamental en el origen del cáncer, especialmente de pulmón.
¿Por qué sigue la humanidad envenenándose a sí misma y al planeta? Es la pregunta que debemos hacer a la industria de combustibles sucios que insiste en destruir la atmósfera y nuestra salud a cambio de ganancias estratosféricas.
Pero incluso cuando se les pregunta, nos mienten. Una comisión del Congreso tuvo acceso a comunicaciones internas de las petroleras que revelan las promesas huecas de la industria de combatir la crisis climática. En un email interno, Shell indicó a sus empleados que su compromiso de alcanzar cero emisiones “no tenían nada que ver con nuestros planes comerciales”. “Ejecutivos petroleros se están riendo de las personas que tratan de proteger el planeta al mismo tiempo que saben que lo están destruyendo”, dijo el informe de la comisión.
Pese a todo esto, la lucha climática se apunta victoria tras victoria. El Senado acaba de ratificar la Enmienda de Kigali al Tratado de Montreal, para acabar con la fabricación de los supercontaminantes climáticos hidrofluorocarbonos. Su efecto en el calentamiento de la atmósfera es tan extremo, que su eliminación evitará dicho calentamiento en medio grado centígrado, una enormidad.
Un estudio de la Universidad de Oxford reveló que cambiar de energía sucia a limpia ahorrará al mundo $12 billones (trillions) para 2050. Otro de Stanford University concluyó que la transición a una economía de energía limpia se amortizará en solo seis años. Más personas trabajan en la industria de energía limpia que en la de energía sucia.
El verano de nuestro descontento nos debe motivar para preguntar a nuestros políticos, ¿está usted en favor de la industria de combustibles fósiles empeñados en destruir la atmósfera del planeta o en asegurar un futuro próspero y vibrante a futuras generaciones?
Es la pregunta del siglo.